Buenos Aires, 1961. Artista Visual. Vive y trabaja en Buenos Aires.
En su obra, aborda la temática de la interconexión y comunión que tenemos con la Naturaleza, así como también la lucha interna con nuestros miedos y creencias.
Se formó en los talleres de pintura y escultura con Keneth Kemble, Alejandra Roux y Mariana Siedlareck entre otros.
En el 2007 se inicia en la fotografía de la mano de Inés Miguens.
Realizó clínica de obra con los artistas Fabiana Barreda, Raúl Flores y Ezequiel Montero Swinnen y Ana Sánchez Zinny.
Formó parte del Taller de Proyectos de Laura Messing y participo en la Residencia Arte en el Origen con Andrea Juan, Cantabria.
Participó en BA Photo, Art On Paper NY, Feria SCOPE Miami, Art Basel Cities BA, Mini Print Cantabria, Feria Arte Espacio, Feria Aqua Miami, Pallets de Vida (arte solidario), Photo London Fair.
Su obra fue exhibida en Buenos Aires en el Centro Cultural Recoleta, Galería Thames, Centro Cultural Borges y Galería ODA, entre otros.
Obtuvo el primer premio en el concurso de fotografía Pilara 2018, y fue finalista en el concurso Creative Photo Awards 2020.
Brisas del Alma (Huellas - 03/2021)
Aquel árbol que había sido mi refugio de niña ya no estaba ahí. Permanecí en quietud, de pie, frente a la que había sido la casa de mi infancia, tratando de aceptar su ausencia y la imposibilidad de sellar con un abrazo el anhelado reencuentro.
Invadida por una cierta tristeza y desencanto, sentí el impulso de cerrar mis ojos y en un efímero lapso de tiempo, un abanico de imágenes y vivencias comenzó a desplegarse desde el rincón de los recuerdos, y flotando en ese vaivén de emociones pude traer a mi árbol de gomero, rebrotarlo en mí, sentir su presencia.
Si bien ya no estaba ahí su cuerpo, comprendí que aún, seguía plantado en mi alma.
Trepada entre sus ramas, pude tocar una vez más sus brillantes hojas verdes, disfrutar de ese mágico escenario donde dialogaba con mis amigos imaginarios y transcurrían mis fantásticas historias.
Volví también a percibir el embriagante perfume de los naranjos en flor de mi vereda, y hasta escuchar la voz de mi madre llamándome a merendar, mientras peinaba a mis muñecas en mi mundo de corteza.
Ese viaje en el tiempo, a través de conexiones preexistentes, como la que aun vibra en mi interior con ese árbol, me llevo en realidad hacia a un reencuentro conmigo misma de la mano de mi infancia y al observar el paso del tiempo, la finitud se hizo presente, invitándome a aceptarla como parte de la propia existencia.
Cada imagen, cada sentido que despertaba y asomaba aquel día desde mi interior, movilizaba mis fibras, me conmovía, pero no como un sonido de nostalgia, sino como una suave brisa de agradecimiento por aquellas vivencias lejanas que hoy me dan sentido, acompañándome por los fugaces senderos de la vida.
Haga click sobre las imágenes para vista completa
Con la colaboración de:
Miembro de: